Los tres tipos de lesiones deportivas más habituales en la población infantil son las lesiones agudas, las lesiones por sobrecarga y las lesiones reincidentes.
1) Lesiones deportivas agudas: Se asocian a algún tipo de traumatismo o eventos puntuales y merecen que sean vistas con urgencia. Las más graves que pueden ocurrir en la práctica deportiva, independientemente de la edad, son las siguientes: los esguinces, las luxaciones articulares, fracturas de huesos, roturas de ligamentos.
2) Lesiones deportivas por sobrecarga: Las lesiones por sobrecarga se producen a consecuencia de acciones repetitivas que fuerzan o sobrecargan determinados huesos y músculos. A pesar de que pueden ocurrir tanto en niños como en adultos, son más problemáticas en los atletas infantiles por el efecto que pueden tener sobre el crecimiento óseo. Cualquier niño que practica deporte con regularidad puede desarrollarlas, aunque, cuanto más tiempo lleve practicándolo, más probabilidades habrá de que sufra una lesión de este tipo.
3) Lesiones reincidentes
Ocurren cuando la niña, niño o adolescente vuelven a practicar deporte antes de que una lesión previa esté lo suficientemente curada, esto sobrecarga la parte lesionada y fuerza al cuerpo a compensar esa debilidad, lo que expone al paciente al riesgo de volverse a lesionar.
Ejemplo de éstas son:
1) Esguinces de tobillo: si no son bien manejados pueden generar lesión recurrente o dejar un tobillo inestable y doloroso. Pueden requerir inmovilización, enyesado o manejo kinésico.
2) Desgarros musculares: Siempre producen hematomas, por la vascularización del músculo. ¿Cómo deben tratarse? La fisioterapia es básica en el proceso de desinflamación, de fortalecimiento muscular y de estiramiento muscular. Los desgarros musculares deben trabajarse en un período de tiempo que va de ocho días si el desgarro es leve a tres semanas si el desgarro es más severo. Hay otras herramientas que se usan en estas lesiones como el plasma rico en plaquetas, el cual permite regenerar tejidos.
3) Lesiones tendinosas: Entre estas está la ruptura del tendón de Aquiles, que es bastante aparatosa y genera que el paciente tenga un reposo largo. Otra es la tendinitis, bastante frecuente, un proceso inflamatorio del tendón, el cual puede ser breve o prolongado de acuerdo a su severidad. De no resolverse bien, el tendón empieza a cambiar su estructura y pasa de tendinitis a tendinosis, un proceso degenerativo que afecta la calidad del tendón y por ende el futuro deportivo del paciente.